lunes, 8 de marzo de 2010

Accomplices.


Como si hubieran entrado en una nueva dimensión. Cómplices. Su mano estrecha la de él, inmóvil, casi en señal de rendición. Cómplices. Y no se siente culpable. En el fondo, ¿qué ha hecho? Y, sin embargo, sabe de sobra que está respirando un aire nuevo. Que está exhalando un suspiro prolongado, profundo y pleno. Cómplices. Jamás se habría imaginado que podría estar así con otro. Otro. Otro. Casi tiene ganas de gritar esa palabra, hasta ese punto le parece extraña. [...] Mira de nuevo su mano, está allí, sobre la suya, y le parece imposible.





No me debería acostumbrar a sonreír tanto...

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