Durante ese preciso momento llegó a creer que todo podría volver a ser como siempre, que solo tenía que cerrar los ojos y desearlo con fuerza. Quiso confiar ciegamente en que no le volvería a fallar.
Sin embargo, ese pequeño pensamiento fue barrido por los recuerdos.
Ella, que había antepuesto tantas veces la felicidad de otros a la suya propia, que lo intentó todo, que agotó las posibilidades. Imaginó mil maneras de arreglarlo, y vio cómo él las tiraba todas por la borda. Vio cómo perdía su fe, su esperanza, y según desaparecían, desaparecieron sus ganas de mantener a flote algo que se había ido a pique hacía tiempo.
Él lo había antepuesto todo a su amistad, la había echado a perder.
Se necesitan dos personas para forjar una amistad, pero sobra una para tomar la decisión de destrozarla.
Se convirtió en un extraño.