-Tú no te vas. Hoy no.
Me giro y le miro, al lado de la cama, de brazos cruzados y vestido solo con unos vaqueros.
-Sabes que me tengo que ir, aunque quiera quedarme. -Veo que se sorprende.
-¿Quieres quedarte?
No puedo evitar sonreir y enterrar de nuevo la cara en la almohada, mientras sus manos bajan despacio por mi espalda. Querría abandonarme a la situación, pero me ha hecho pensar. ¿Quiero quedarme? Sí, pero me da miedo. Mucho.
Miedo a lo que pueda desencadenarse a partir de esto. Miedo a qué pasará mañana. Miedo a que se convierta en algo incontrolable. Miedo a que esta sonrisa no quiera irse de mi boca, pero sí de la suya. Miedo a sentir algo que un día me hará daño.
Desconfianza. No confío en sus palabras ni en las mías. No confío en lo que pienso, o creo experimentar, porque él me nubla la mente con cada sonrisa y cada movimiento. Y me encanta. Un beso en el cuello y el sonido de su risa llama mi atención. Me mira, me sonríe, y se tumba a mi lado. Un abrazo hace que me olvide de lo que estaba pensando, o al menos que deje de importar.
-No te vas...
Cierro los ojos, me aprieto contra él, y suspiro.
Esto es una mierda.
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